CIUDAD SIN FOROS
por Abraham Bojórquez
“Es un honor para nosotros estar aquí” dice en el micrófono Paul Banks con un gesto de incertidumbre mientras miles de personas lo interrumpen con gritos y aplausos. Quizá su incertidumbre se debe a que no está seguro si alguien entendió lo que dijo, o a lo mejor sólo está preocupado de que el foro en el que está tocando se venga abajo. Banks, vocalista de Interpol, no habló mucho más que eso durante la noche, y se mostró al igual que sus compañeros de banda algo seco con el público, quienes pagaron un precio más allá del monetario para escuchar la música de Interpol ese cinco de septiembre.
Era la primera fecha de dos a llevarse a cabo en el World Trade Center, pero al día siguiente se anunció que el segundo concierto iba a ser pospuesto por motivos de seguridad. Una manera diplomática de explicar el completo desastre que cualquiera que haya estado ahí el cinco de septiembre en la primera fecha conoció. La fila de entrada le daba una vuelta completa a la manzana en la que se encuentra el rascacielos del WTC, y sólo había una entrada al lugar, por lo que la gente terminó de entrar una hora después de la indicada para que Interpol saliera al escenario. La gente, harta de chiflar y gritar, mostró entusiasmo cuando finalmente se apagaron las luces y sonaron los cuatro acordes de “Next Exit”, canción con la que los neoyorquinos abrieron el concierto. Fue en la siguiente canción que inició el famoso slam entre las ocho mil personas que apretadamente coreaban la música de Interpol; a partir de ese momento, cada uno de los asistentes tuvo que hacer uso de toda su energía y condición física para sobrevivir la masacre. Con -2 centímetros de distancia entre persona y persona, había que pensarlo dos veces antes de limpiarse el sudor de la frente y brazos, ya que lo más seguro es que estuviera mezclado con fluidos ajenos. Un par de jóvenes iban cargando a sus damiselas desmayadas, intentando abrirse paso entre la jungla de gente gritando y saltando. No es extraño que la gente salte en los conciertos de rock, pero sí es peligroso cuando ocho mil de ellos lo hacen en un foro ubicado en un tercer piso y cuya capacidad está indiscutiblemente excedida, y esto fue evidente durante todo el concierto al sentir el piso temblar en cada una de las canciones. En lo que respecta a la música, Interpol fue perfecto en su ejecución; en cuanto a organización, logística y seguridad, decir que el concierto fue un fracaso sería poco.
El segundo concierto de Interpol fue reprogramado para el 22 de septiembre, fecha en la que efectivamente se presentaron en el Palacio de los Deportes. Es lógico que hayan escogido este foro para reponer a sus fans su ausencia del 6 de septiembre, después de todo grandes bandas como Oasis, Pearl Jam y Coldplay han tocado ahí, pero todos sabemos el problema de un concierto en el Palacio de los Deportes: de no estar al frente, el espectador difícilmente va a escuchar algo. De hecho, los miembros del foro cibernético de Interpol que asistieron al concierto regresaron con esa misma queja. Es una lástima, porque el Palacio de los Deportes tiene muchas ventajas como foro musical: estacionamiento, múltiples accesos, gran capacidad. Desgraciadamente entre sus atributos también se encuentra un domo de cobre que lo ha hecho merecedor del bien conocido y trillado apodo de ‘El Palacio de los Rebotes’.
¿Qué otra opción tiene esta enorme ciudad para un buen concierto? El Auditorio Nacional, quizá. Además de contar con las cualidades del Palacio de los Deportes, tiene perfecta acústica. Pero hay que aceptarlo, no es lo mismo ir a un concierto de la Sinfónica Nacional que a un concierto de rock. Hay una cierta energía en el público, una comunicación obligada con el artista que es necesaria, y que el Auditorio no puede proveer. Esto fue más que evidente el 27 de septiembre, cuando se presentó en este foro el grupo neoyorquino The Bravery, acompañando a los ingleses de Keane. La escena esa noche era extraña: en el escenario, el vocal de The Bravery saltaba, se trepaba en las bocinas, gritaba al público… parecía un concierto de rock común y corriente. Pero en el Auditorio, todos estaban muy propios en su asiento, apenas aplaudiendo al final de cada canción. Un sujeto en la zona preferente decidió ponerse de pie y bailar al ritmo de la música de los estadounidenses, pero su soledad en medio de la masa sólo pudo provocar pena ajena. Incluso después, cuando era el turno de Keane de tocar su música, algunos en los pisos superiores quisieron ponerse de pie en las primeras canciones, pero recibieron reproches de las personas de atrás. “Se ve igual, ¿para qué te paras?”. Definitivamente la lejanía de los asientos y su posición respecto al escenario hacen que el Auditorio Nacional no califique como un foro adecuado para asistir a un buen concierto de rock ‘n roll.
Algunos otros foros de esta ciudad son el Salón 21 y el Teatro Metropólitan, pero se quedan muy atrás en cuanto a capacidad, por lo que sólo califican para grupos con pocos seguidores. Existen otras opciones para los que gustan de música underground como el Alicia y el Circo Volador, pero tampoco albergan a grandes masas. ¿Entonces?
Es increíble que en una ciudad tan grande como la Ciudad de México, que además ha recibido y continuará recibiendo a los más grandes exponentes del rock, no exista ni un solo foro que cumpla con los requisitos para brindar tanto al artista como al público un buen concierto, con acústica de buen nivel, así como seguridad y facilidad de organización. Al parecer, hasta que esto cambie, tendremos que seguir aceptando las masacres físicas, la falta de percepción auditiva, las filas interminables y ver a nuestros artistas predilectos tocar en vivo con la ayuda de binoculares.
“Es un honor para nosotros estar aquí” dice en el micrófono Paul Banks con un gesto de incertidumbre mientras miles de personas lo interrumpen con gritos y aplausos. Quizá su incertidumbre se debe a que no está seguro si alguien entendió lo que dijo, o a lo mejor sólo está preocupado de que el foro en el que está tocando se venga abajo. Banks, vocalista de Interpol, no habló mucho más que eso durante la noche, y se mostró al igual que sus compañeros de banda algo seco con el público, quienes pagaron un precio más allá del monetario para escuchar la música de Interpol ese cinco de septiembre.
Era la primera fecha de dos a llevarse a cabo en el World Trade Center, pero al día siguiente se anunció que el segundo concierto iba a ser pospuesto por motivos de seguridad. Una manera diplomática de explicar el completo desastre que cualquiera que haya estado ahí el cinco de septiembre en la primera fecha conoció. La fila de entrada le daba una vuelta completa a la manzana en la que se encuentra el rascacielos del WTC, y sólo había una entrada al lugar, por lo que la gente terminó de entrar una hora después de la indicada para que Interpol saliera al escenario. La gente, harta de chiflar y gritar, mostró entusiasmo cuando finalmente se apagaron las luces y sonaron los cuatro acordes de “Next Exit”, canción con la que los neoyorquinos abrieron el concierto. Fue en la siguiente canción que inició el famoso slam entre las ocho mil personas que apretadamente coreaban la música de Interpol; a partir de ese momento, cada uno de los asistentes tuvo que hacer uso de toda su energía y condición física para sobrevivir la masacre. Con -2 centímetros de distancia entre persona y persona, había que pensarlo dos veces antes de limpiarse el sudor de la frente y brazos, ya que lo más seguro es que estuviera mezclado con fluidos ajenos. Un par de jóvenes iban cargando a sus damiselas desmayadas, intentando abrirse paso entre la jungla de gente gritando y saltando. No es extraño que la gente salte en los conciertos de rock, pero sí es peligroso cuando ocho mil de ellos lo hacen en un foro ubicado en un tercer piso y cuya capacidad está indiscutiblemente excedida, y esto fue evidente durante todo el concierto al sentir el piso temblar en cada una de las canciones. En lo que respecta a la música, Interpol fue perfecto en su ejecución; en cuanto a organización, logística y seguridad, decir que el concierto fue un fracaso sería poco.
El segundo concierto de Interpol fue reprogramado para el 22 de septiembre, fecha en la que efectivamente se presentaron en el Palacio de los Deportes. Es lógico que hayan escogido este foro para reponer a sus fans su ausencia del 6 de septiembre, después de todo grandes bandas como Oasis, Pearl Jam y Coldplay han tocado ahí, pero todos sabemos el problema de un concierto en el Palacio de los Deportes: de no estar al frente, el espectador difícilmente va a escuchar algo. De hecho, los miembros del foro cibernético de Interpol que asistieron al concierto regresaron con esa misma queja. Es una lástima, porque el Palacio de los Deportes tiene muchas ventajas como foro musical: estacionamiento, múltiples accesos, gran capacidad. Desgraciadamente entre sus atributos también se encuentra un domo de cobre que lo ha hecho merecedor del bien conocido y trillado apodo de ‘El Palacio de los Rebotes’.
¿Qué otra opción tiene esta enorme ciudad para un buen concierto? El Auditorio Nacional, quizá. Además de contar con las cualidades del Palacio de los Deportes, tiene perfecta acústica. Pero hay que aceptarlo, no es lo mismo ir a un concierto de la Sinfónica Nacional que a un concierto de rock. Hay una cierta energía en el público, una comunicación obligada con el artista que es necesaria, y que el Auditorio no puede proveer. Esto fue más que evidente el 27 de septiembre, cuando se presentó en este foro el grupo neoyorquino The Bravery, acompañando a los ingleses de Keane. La escena esa noche era extraña: en el escenario, el vocal de The Bravery saltaba, se trepaba en las bocinas, gritaba al público… parecía un concierto de rock común y corriente. Pero en el Auditorio, todos estaban muy propios en su asiento, apenas aplaudiendo al final de cada canción. Un sujeto en la zona preferente decidió ponerse de pie y bailar al ritmo de la música de los estadounidenses, pero su soledad en medio de la masa sólo pudo provocar pena ajena. Incluso después, cuando era el turno de Keane de tocar su música, algunos en los pisos superiores quisieron ponerse de pie en las primeras canciones, pero recibieron reproches de las personas de atrás. “Se ve igual, ¿para qué te paras?”. Definitivamente la lejanía de los asientos y su posición respecto al escenario hacen que el Auditorio Nacional no califique como un foro adecuado para asistir a un buen concierto de rock ‘n roll.
Algunos otros foros de esta ciudad son el Salón 21 y el Teatro Metropólitan, pero se quedan muy atrás en cuanto a capacidad, por lo que sólo califican para grupos con pocos seguidores. Existen otras opciones para los que gustan de música underground como el Alicia y el Circo Volador, pero tampoco albergan a grandes masas. ¿Entonces?
Es increíble que en una ciudad tan grande como la Ciudad de México, que además ha recibido y continuará recibiendo a los más grandes exponentes del rock, no exista ni un solo foro que cumpla con los requisitos para brindar tanto al artista como al público un buen concierto, con acústica de buen nivel, así como seguridad y facilidad de organización. Al parecer, hasta que esto cambie, tendremos que seguir aceptando las masacres físicas, la falta de percepción auditiva, las filas interminables y ver a nuestros artistas predilectos tocar en vivo con la ayuda de binoculares.
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