Monday, November 28, 2005

TERRITORIOS DE LA IBERO

por Abraham Bojórquez


Los seres humanos tienen una gama de necesidades básicas bastante amplia y compleja. Esta especie, que incluye a los estudiantes de la Ibero, presenta entre esas necesidades una que, a pesar de compartir con el resto de los animales, ha sido desarrollada a niveles de complejidad que superan los equivalentes de cualquier otro ser vivo: la socialización.

Es común, tanto en animales como en humanos, que la socialización a su vez desemboque en una conducta básica de la supervivencia tal como la formación, apropiación y recurrencia de territorios físicos, zonas espaciales delimitadas en donde resulte más accesible la socialización, necesidad que de una u otra manera debe ser satisfecha. Aquí, en nuestra escuela, tales territorios están fuertemente identificados y marcados, cada uno con su fama y estereotipo, pero sobretodo, cada uno con un determinado perfil de individuo que, por identificación o conveniencia, ha sido parte de la formación, apropiación y recurrencia del mismo.

EL CUBO

La cafetería subterránea por la que esta escuela es famosa. Un lugar cerrado y apretado en el cual la principal queja común es el humo y la falta de espacio para sentarse y ocupar un lugar. El ambiente se acerca más al estereotipo de la Ibero que en cualquier otro territorio, y es común encontrar gente vestida de traje o atuendo de trabajo. El cubo es un lugar difícil para conocer gente, ya que la mayoría del lugar se encuentra cubierto de mesas, en las cuales se sienta gente que previamente se conoce y esto cierra las puertas de la comunicación hacia el exterior de esos grupos. Además, una buena parte de la gente que se reúne en el cubo encuentra ahí amistades pre-universitarias, lo cual termina por acortar las posibilidades de socialización. De cualquier manera, “el cubo” es casi el centro de la socialización universitaria, la escena desde la entrada no es más que de conversación tras conversación y es definitivamente un espacio de interacción humana concentrada.

EXPLANADA / ESCALERAS

No, no son lo mismo, pero comparten identidad ya que muchos sujetos de las escaleras están también en la explanada y viceversa. Presumen los integrantes de estos territorios ocupar la zona más céntrica de la Ibero. Supuestamente es un buen lugar para estar debido a que tiene la mejor visibilidad. La falta de sombra en la explanada y la falta de sol en las escaleras hacen evidente que la comodidad no es la razón por la que los frecuentes se reúnen ahí. “Es un buen lugar para ver a la gente; para ver y para encontrar, si alguna vez quieres encontrar a alguien, la explanada es el mejor lugar, todos pasan por ahí” es lo que dice una chica-explanada en entrevista. “Yo odio las escaleras, son el lugar más incómodo, pero aquí vienen todos mis amigos” comenta un sujeto frustrado. La diversidad es mayor aquí que en cualquier otro territorio, ya que además de concentrar individuos de distintas carreras, la naturaleza de los espacios amplios y abiertos fomenta la formación de grupos heterogéneos.



LA FUENTE

“La fuente es el único lugar en toda la universidad en donde no me sentí incómodo de estar solo cuando no conocía a nadie”, dice un estudiante de comunicación y frecuentador de la fuente. Hay efectivamente un cierto aire de anonimato en este lugar, en el que no es necesario tener formado un grupo de amigos, ni ser protagonista de nada. Comunicación, Psicología e Historia del Arte son algunas de las carreras que se concentran en este lugar. De acuerdo a los amantes de la fuente, algunos beneficios de este territorio son la comodidad del pasto y la variedad de luz, es céntrico y está al aire libre. “En la fuente está la población pensante de la ibero” opina tajantemente un sujeto de los muchos que se sientan en el pasto a mediodía. Claramente generaliza, y entre otros estereotipos también encontramos: “En la fuente está la población pacheca de la ibero”. En la fuente no hay que preocuparse por un espacio en el cual estar ya que, en palabras de los frecuentes, “siempre hay lugar”. Esto tiene un doble sentido, porque efectivamente siempre hay un lugar dónde sentarse, pero además siempre hay una oportunidad de socialización para el solitario que llega ahí porque es el único lugar de la universidad donde su soledad no le incomoda.


LABORATORIOS DE CÓMPUTO

A primera vista podría parecer que éste es el lugar al que va la gente a auto-aislarse de toda socialización humana. Pero una encuesta realizada en los dos principales laboratorios de la escuela muestra que, redondeando los números, el 20 % de los alumnos utilizan las computadoras para trabajar en tareas escolares, el 20 % para chatear y utilizar otros medios de comunicación electrónicos, y el 60% para ambas cosas simultáneamente. Esto quiere decir que finalmente la gente que frecuenta estos lugares recónditos de la universidad también lo hace (el 80 %) para mantener alguna especie de socialización por medio del Internet. Obviamente esta clase de socialización forma una categoría por sí misma, pero el hecho de que los laboratorios tengan visitantes frecuentes que pasen cuando menos un par de horas al día en ellos, es prueba de que a final de cuentas el Internet también logra satisfacer la necesidad de socialización humana, aunque de una manera menos convencional y más… posmoderna.

La lista de territorios en la Ibero continúa: el lejano “Trébol”, frecuentado por extranjeros y maestros; la Biblioteca que presenta las opciones de socialización más limitadas; las aulas de arquitectura y diseño, recintos que prácticamente consumen las horas de los estudiantes de estas carreras; las jardineras, la cafetería Aramark, etc. Lo que es cierto es que todos mantienen un mismo patrón que justifica su popularidad: la necesidad de socializar que sólo el humano puede llevar a niveles tan complejos.

Así como algunos animales marcan su territorio, los humanos también lo hacemos pero utilizando otro tipo de marcas además de las físicas, que pueden ser ideológicas, socio-económicas, culturales, intelectuales e incluso raciales. No dejarán de existir estos territorios en la historia de los hombres y concretamente en la de esta universidad, porque forman parte fundamental de la naturaleza humana y constituyen algunos de los puntos más vulnerables de esta especie, como lo son la necesidad de pertenencia y la búsqueda de identidad.

Friday, November 25, 2005

CIUDAD SIN FOROS

por Abraham Bojórquez

“Es un honor para nosotros estar aquí” dice en el micrófono Paul Banks con un gesto de incertidumbre mientras miles de personas lo interrumpen con gritos y aplausos. Quizá su incertidumbre se debe a que no está seguro si alguien entendió lo que dijo, o a lo mejor sólo está preocupado de que el foro en el que está tocando se venga abajo. Banks, vocalista de Interpol, no habló mucho más que eso durante la noche, y se mostró al igual que sus compañeros de banda algo seco con el público, quienes pagaron un precio más allá del monetario para escuchar la música de Interpol ese cinco de septiembre.

Era la primera fecha de dos a llevarse a cabo en el World Trade Center, pero al día siguiente se anunció que el segundo concierto iba a ser pospuesto por motivos de seguridad. Una manera diplomática de explicar el completo desastre que cualquiera que haya estado ahí el cinco de septiembre en la primera fecha conoció. La fila de entrada le daba una vuelta completa a la manzana en la que se encuentra el rascacielos del WTC, y sólo había una entrada al lugar, por lo que la gente terminó de entrar una hora después de la indicada para que Interpol saliera al escenario. La gente, harta de chiflar y gritar, mostró entusiasmo cuando finalmente se apagaron las luces y sonaron los cuatro acordes de “Next Exit”, canción con la que los neoyorquinos abrieron el concierto. Fue en la siguiente canción que inició el famoso slam entre las ocho mil personas que apretadamente coreaban la música de Interpol; a partir de ese momento, cada uno de los asistentes tuvo que hacer uso de toda su energía y condición física para sobrevivir la masacre. Con -2 centímetros de distancia entre persona y persona, había que pensarlo dos veces antes de limpiarse el sudor de la frente y brazos, ya que lo más seguro es que estuviera mezclado con fluidos ajenos. Un par de jóvenes iban cargando a sus damiselas desmayadas, intentando abrirse paso entre la jungla de gente gritando y saltando. No es extraño que la gente salte en los conciertos de rock, pero sí es peligroso cuando ocho mil de ellos lo hacen en un foro ubicado en un tercer piso y cuya capacidad está indiscutiblemente excedida, y esto fue evidente durante todo el concierto al sentir el piso temblar en cada una de las canciones. En lo que respecta a la música, Interpol fue perfecto en su ejecución; en cuanto a organización, logística y seguridad, decir que el concierto fue un fracaso sería poco.

El segundo concierto de Interpol fue reprogramado para el 22 de septiembre, fecha en la que efectivamente se presentaron en el Palacio de los Deportes. Es lógico que hayan escogido este foro para reponer a sus fans su ausencia del 6 de septiembre, después de todo grandes bandas como Oasis, Pearl Jam y Coldplay han tocado ahí, pero todos sabemos el problema de un concierto en el Palacio de los Deportes: de no estar al frente, el espectador difícilmente va a escuchar algo. De hecho, los miembros del foro cibernético de Interpol que asistieron al concierto regresaron con esa misma queja. Es una lástima, porque el Palacio de los Deportes tiene muchas ventajas como foro musical: estacionamiento, múltiples accesos, gran capacidad. Desgraciadamente entre sus atributos también se encuentra un domo de cobre que lo ha hecho merecedor del bien conocido y trillado apodo de ‘El Palacio de los Rebotes’.

¿Qué otra opción tiene esta enorme ciudad para un buen concierto? El Auditorio Nacional, quizá. Además de contar con las cualidades del Palacio de los Deportes, tiene perfecta acústica. Pero hay que aceptarlo, no es lo mismo ir a un concierto de la Sinfónica Nacional que a un concierto de rock. Hay una cierta energía en el público, una comunicación obligada con el artista que es necesaria, y que el Auditorio no puede proveer. Esto fue más que evidente el 27 de septiembre, cuando se presentó en este foro el grupo neoyorquino The Bravery, acompañando a los ingleses de Keane. La escena esa noche era extraña: en el escenario, el vocal de The Bravery saltaba, se trepaba en las bocinas, gritaba al público… parecía un concierto de rock común y corriente. Pero en el Auditorio, todos estaban muy propios en su asiento, apenas aplaudiendo al final de cada canción. Un sujeto en la zona preferente decidió ponerse de pie y bailar al ritmo de la música de los estadounidenses, pero su soledad en medio de la masa sólo pudo provocar pena ajena. Incluso después, cuando era el turno de Keane de tocar su música, algunos en los pisos superiores quisieron ponerse de pie en las primeras canciones, pero recibieron reproches de las personas de atrás. “Se ve igual, ¿para qué te paras?”. Definitivamente la lejanía de los asientos y su posición respecto al escenario hacen que el Auditorio Nacional no califique como un foro adecuado para asistir a un buen concierto de rock ‘n roll.

Algunos otros foros de esta ciudad son el Salón 21 y el Teatro Metropólitan, pero se quedan muy atrás en cuanto a capacidad, por lo que sólo califican para grupos con pocos seguidores. Existen otras opciones para los que gustan de música underground como el Alicia y el Circo Volador, pero tampoco albergan a grandes masas. ¿Entonces?

Es increíble que en una ciudad tan grande como la Ciudad de México, que además ha recibido y continuará recibiendo a los más grandes exponentes del rock, no exista ni un solo foro que cumpla con los requisitos para brindar tanto al artista como al público un buen concierto, con acústica de buen nivel, así como seguridad y facilidad de organización. Al parecer, hasta que esto cambie, tendremos que seguir aceptando las masacres físicas, la falta de percepción auditiva, las filas interminables y ver a nuestros artistas predilectos tocar en vivo con la ayuda de binoculares.

El rock en el cine

por Abraham Bojórquez

“El rock es un consenso” dice Alejandro, fan de toda la vida de los Sex Pistols. “No se trata de este discurso, o del otro, sino de mucha gente sintiendo lo mismo: necesidad de protestar y expresar”. Curiosamente, las palabras de Alejandro explican en gran parte la paradoja que representa unir a los Sex Pistols y a U2 en un mismo ciclo artístico. Mientras dice esto, Alejandro camina lentamente hasta la taquilla donde comprará su boleto para el documental “The Filth and the Fury” (la Suciedad y la furia).

Este documental formó parte del ciclo “El Rock en el Cine”, celebrado en la Cineteca Nacional del 16 al 28 de Agosto. El propósito de la muestra fue reunir en un mismo ciclo las obras cinematográficas de temas relacionados con el rock de mayor relevancia. Algunas películas presentadas fueron “Woodstock”, “El último Vals” y “Rattle and Hum”, en la categoría de conciertos. También hubo documetales como “The Year Punk Broke”, “No tuvo tiempo” y “The Filth and the Fury”.

Alejandro comenta que considera que los Sex Pistols eran necesarios para el rock en los tiempos en los que surgieron. “Todo era fingido. Todo era lindo. Llegaron los Pistols a decir: `el mundo, ustedes y nosotros, todo es un asco` y desataron un grito común, que luego se continuó”. Al ser cuestionado sobre qué es lo que tienen que ver los Pistols y su postura agresiva y anarquista con la postura pacificista y unificadora de U2, responde no sin antes reflexionar la cuestión: “Es lo mismo, ése es el rock and roll. Se trata de protestar, así como los Pistols protestaban contra la hipocresía con agresividad, U2 protestaba contra la guerra y la agresividad con su mensaje de amor”. Finalmente, Alejandro me comenta, antes de llegar a la taquilla, la buena idea de este ciclo el rock en cine y su admiración por el estilo de edición de la película que está a punto de ver. “Es muy bueno, para que todos rompan sus ideas de lo que el rock debería de ser o no”.

Este festival no tiene antecedentes en nuestro país. Sin embargo, el rock ha estado presente en el cine desde los años sesenta, con el clásico de los Beatles “A Hard day’s night”. Películas dedicadas al rock han tenido gran éxito, como la cinta “The Doors”, del grupo homónimo y “The Wall”, de Pink Floyd, ambas de ficción y ambas también de los años setenta. Durante los ochenta y noventa abundaron los documentales y conciertos filmados en vivo.

La diversidad es lo más grato de estos eventos. Ver entrar al documental de Nirvana a jóvenes con los pantalones rotos y playeras negras, y al día siguiente a nerds con lentes y suéteres para ver “The Wall” habla de lo que el rock es en realidad: una voz común que sobrepasa generaciones. Fue quizá eso lo que ocasionó el éxito total en taquilla de esta muestra cinematográfica. A final de cuentas, la voz del frontman de los Sex Pistols gritando “I am an anarchist” y la de Bono cantando “In the name of love” dicen más o menos lo mismo.